4 de enero de 2009

este ni aquel

he pagado dieciseis euros para que un tío que en las contras de sus libros es el rockero de la literatura europea(como mínimo oiga...) toque lo que no es suyo de manera ni siquiera medianamente destacable. el rock europeo tampoco escapa del fracaso del facsímil fácil, supongamos querido editor. a todo esto a nadie le parecerá extraño la falacia de la avogacía...y no entender el término de propiedad intelectual, ni su mínima validez. lo cierto es que aquel niño hizo el exacto mismo ruído. es decir, es cierto. aquel niño sacó una foto con ls ojos bien pegado a la ventanilla o a mi respaldo, eso último da más o menos igual. no pude escucharlo ni mejor, ni dos veces. no es muy necesario empeorarlo más. aunque cada cual puede morirse donde quiera independientemente de que los bares se llenen de fútbol o de animadas revanchas al grito justo cuando uno roza la afonía. o desista del olvidarse pasar una y otra vez resbalando entre el pan en busca de algo distinto. o siga teniendo un frío atroz en la sección de congelados y ya no sangre adecuadamente para la náusea. en el mejor significante de náusea. es decir, una náusea de descapotable digamos. a la cabeza le resulta muy olvidable las preferencias a no pensar. y lo pensable suele ajustarse a de que lo invisible no se hace quejar nadie; no es muy buen papel. o peor dicho, no es un papel que se haga más arrugable todavía por mucho salitre que vuele. ya vuelve la libélula a reventar la preferencia. vuelvo a encontrar una nota en la cocina. intenta no saber que se está centrifugando en l terraza. si el vacío o las ganas vacías. cerveza inocua para la mecanografía tatuada. y tantos desayunos más. me gustan los techos de tu casa, sabes? a ellos no les importa una mierda la memoria. ni que has cenado o si meriendas o no. ante todo, no suelen contagiarse o uno no les puede contagiar...y siempre preguntan por lo que lees, no si vas o vienes. se diría que a escondidas, saben mucho de defectos visuales: sean distancia o crómaticos en su decadencia. el tocadisco no sabía de tormentas recauchutadas en pintura para asfalto, pero al final se cerró la persiana del primer pentagrama. los semaforos aún no reinventaron la nada. y el martes acabó por estornudar al sentir las cosquillas del tranvía.

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