1 de febrero de 2008

sin titulo

Despego mi mirada recalificándolo el terreno del día anterior y pasado en recuerdos traídos hacia un papel de cuatro espinas y un boli en la mano. Como el perfume de mis memorias que llevo tras de mi, con la forma de una mochila de ropa sucia víctima del sudor y vivencias dejadas, no del todo, atrás. Una urna de cristal que recoje la fragilidad de mi voz, a punto de quebrarse espatarrando el mapa de todo sueño vivido y sin vivir. Los todavías y los ya pasó. Y cuando llega la noche me voy en busca de palabras para un crucigrama sin crucificar buceando en bostezos entre la piel de mis sábanas. Viajo en el tren hacia ninguna parte; el único que me permite llegar a alguna parte. Consigo cenar a ciegas una tortilla de patatas anestesiando depués mi paladar de rememoraciones paseando junto al frío adornado con gargantilla de niebla. Llego por fin hasta los pies de mi cama y el techo puede ver, por fin, como me descalzo.

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